El sorteo en la cocina: una historia navideña
Una mañana fría, una radio encendida, muchas esperanzas
Era 22 de diciembre de 1974. La abuela Encarnación ya llevaba un rato en la cocina. El brasero estaba encendido, y el aroma del café con leche llenaba la casa. Afuera hacía frío, pero dentro reinaba una especie de expectación cálida.
En la esquina de la mesa, una radio de madera sintonizaba el sonido más esperado del año: la voz de los niños de San Ildefonso.
Toda la familia fue entrando poco a poco: el abuelo con su bata de cuadros, los niños aún con legañas, y el padre con un bolígrafo en la mano y una hoja de cuadrícula para anotar los números.
Sobre el aparador, un décimo de la Lotería de Navidad esperaba su destino. Era el que siempre jugaban, desde hacía más de diez años. Nadie lo discutía. Era el número “de la familia”.
El décimo no se elegía por superstición, se heredaba como los apellidos.
Cuando la esperanza se escuchaba en directo
La radio crepitaba con una mezcla de estática y canto. Cada número que los niños entonaban era una chispa de ilusión. Aunque nadie decía nada, todos sabían qué número estaban esperando oír.
La abuela cerraba los ojos en silencio. El abuelo murmuraba “aún queda mucho”, mientras movía el café con parsimonia. Los niños preguntaban cada poco si ya había salido “el Gordo”.
Pero no era solo el dinero lo que se soñaba: era el poder irse unos días al pueblo, cambiar la cocina, ayudar al hijo mayor con los estudios. Eran ilusiones humildes, pero intensas.
El sorteo se seguía en directo, sin móviles, sin redes sociales, sin prisas. Solo la radio y el silencio de la espera.
Aquel año no tocó. Como casi siempre. Pero el décimo volvió al cajón, y la familia siguió con sus planes.
No hubo premio, pero sí un momento compartido. Y eso, en realidad, también se celebraba.
En cada número cantado había un suspiro contenido. Y en cada silencio, un deseo guardado.
Tradición, calor humano y lotería
Aquella escena, repetida en miles de hogares, forma parte del tejido emocional de la Navidad española. La Lotería no era solo un sorteo: era un punto de encuentro familiar.
El décimo se compraba en la misma administración de siempre. A veces se iba andando a por él, otras lo traía un vecino o lo encargaba el padre con antelación. Lo importante era tenerlo a tiempo y guardarlo bien.
Hoy, aunque todo ha cambiado, el espíritu sigue intacto.
Ahora puedes reservar tu número online, recibir los resultados por email, compartir tu participación por WhatsApp… pero la emoción de ese instante sigue viva.
Las familias ya no se reúnen en torno a la radio, pero sí alrededor del televisor o del móvil. Y muchas siguen jugando “el mismo número de siempre”, porque lo que se comparte no es solo un billete, sino una historia.
En La Manita de Oro, sabemos que hay décimos que no se compran por superstición, sino por memoria. Por eso cuidamos cada número como si fuera el de aquella familia que soñaba en los años 70, con un brasero, un café y una radio encendida.
¿Tú también tienes un número que forma parte de tu historia?
Resérvalo online en La Manita de Oro y vive la Navidad con la misma ilusión que siempre, pero con todas las ventajas de hoy.
RESERVA TU NÚMERO
Venta solo para mayores de 18 años. La responsabilidad también forma parte de la tradición.